Esta es la historia de Tomás, un chico con una “novia perfecta”, como le gustaba llamar a su querida Catalina. Pero cuando toca el día de conocer a los padres de la chica, queda completamente prendado de su mamá, María. Desde ese momento en que ella lo rozó sin querer con el pie debajo de la mesa, simplemente no se pudo resistir. Sin embargo la tentación tiene un alto precio que pagar…
Mi novia era todo para mí. Nos conocimos en la universidad, estudiamos cosas diferentes pero siempre coincidimos en la biblioteca. Empezamos a hablar, teníamos muchos gustos parecidos y de pronto empezamos a ser novios. Catalina era la chica de mis sueños, o eso creía hasta que conocí a su mamá.
Sin mas que decir aqui la historia.
Un día me dijo que sus padres me querían conocer y acepté. Catalina siempre había dicho que su madre era un demonio, pero cuando la vi, era completamente lo contrario. Tenía voz dulce, cabello rubio y labios carnosos, no podía despegar la mirada de ellos. Al verla por primera vez me di cuenta de que era la mujer más bella del mundo.
Nos invitaron a comer y ella se sentó frente a mí, con Catalina a la derecha hablando con su padre de mí y lo excelente novio que era. Me sentía culpable, pero no podía dejar de ver a su madre, cuyo cuerpo me parecía increíblemente Bella. De pronto ella estiró su pierna y sin querer me dio un leve golpe en mi pierna. Me pidió perdón, pero si me preguntan, estoy seguro que ella sintió algo, y de que el golpe fue a propósito.
– Tomás, dime, ¿qué quieres comer? – me preguntó. Sonreí.
“A usted” quise decir, pero me controlé. Después de eso me empecé a obsesionar con María (no me dejaba llamarla señora porque la hacía sentir muy ‘mayor’). Ella trabajaba de lunes a viernes, el sábado siempre salía en la mañana y llegaba a la hora de almuerzo. En esos momentos siempre se me pasaba por la mente acostarme con ella.
Iba todos los días donde mi novia solo para verla y cuando tenía con Catalina me imaginaba como si lo hiciera con su mamá. Eso cada vez me calentaba más porque era una señora, pero con todo muy bien puesto.
Un lunes común y corriente subí al segundo piso y encontré la ropa interior de mi suegra. Me “emocioné” tanto que fui a la habitación de mi novia para quitarme las ganas.
No sabía si amaba o deseaba a esa Bella madre, pero el segundo imperaba con ganas.
Un fin de semana, me di cuenta que mi suegra igual me miraba. Al otro día llegué temprano a su casa y la encontré en un apretado pijama. Mi erección fue tan grande en ese momento que no sabía qué hacer (ni menos dónde esconderla). Lo primero que pensé fue que a la mínima provocación le diría y me acostaría con ella.
Pasó a mi lado, haciéndose como que no vio nada y fue directo al refrigerador. La bata se le subió tanto que se le vio la ropa interior perfectamente.
– Tomás… – dijo, sin mirarme.- Se me perdió mi ropa interior favorita, ¿por casualidad no la viste en alguna parte?
No me podía estar haciendo esa pregunta sin saber lo que había pasado. Me miró pícaramente, me bajé los pantalones y lo hicimos ahí mismo. Pero cuando estábamos en lo mejor bajó el hijo más pequeño. Alcancé a levantarme para que no se diera cuenta, pero las ganas seguían ahí y sabía que María también quería más.
Estuve teniendo S con la mamá de mi novia un mes entero sin parar hasta que esta vez apareció Catalina. Ella nunca llegaba tan temprano, pero había olvidado que tenía sólo una clase ese día en la universidad.
Nos vio y simplemente ya no hubo vuelta atrás. Ahí ya no pensaba con la razón, sino que con cualquier otra parte de mi cuerpo.
Catalina me pegó dos fuertes bofetadas, me gritó un par de verdades y simplemente se fue.
Después de eso no me volvió a hablar, solo dijo que se vengaría. De ahí en adelante su madre me siguió llamando, me seducía, pero nunca concretaba nada, y así estuvo casi 6 meses jugando conmigo. Era su venganza.
En mí el dilema de “lo correcto” y lo “carnal” siempre estaba presente. Después de lo que pasó era imposible que pudiese recuperar a Catalina y que las cosas siguieran igual.. pero la carne era débil, así que volvía a caer con su madre, aunque sabía que no iba a nada, hasta que -bastante tarde- recapacité y dejé de contestarle el teléfono.
La madre se divorció y se casó con un hombre millonario y ahora disfruta de las exquisitas playas de Cancún. Catalina también encontró un hombre bastante adinerado que la lleva a Europa tres veces al año. Me quedé solo, pobre y enamorado, y siempre pienso que de no haber pensado solo con mi aparato reproductor, todavía tendría al amor de mi vida.
Desde entonces no he podido encontrar a nadie como Catalina…
Todos los días me arrepiento de la que en su minuto fue mi mayor fantasía sexual: dormir con la madre y la hija.
Fuente UPSOCL
MUNDO
People