Según cuentan las leyendas que,en las noches lúgubres y oscuras en Centroamérica, un enorme perro de apariencia demoníaca y denso pelaje negro, con fuego en sus ojos y sed de maldad, acecha escondido a todos aquellos que se aventuran a salir del cobijo de sus casas y se adentran, desprotegidos, en la noche. Esta criatura infernal la cual es conocida como El Cadejo.
Muchas personas piensan que hay dos tipos de Cadejo: el blanco de ojos azules, que protege y acompaña a los trasnochadores en el camino de vuelta a casa, y el negro de ojos rojos, que persigue a los borrachos de dudosa moral para atormentarles y en ocasiones, llevarles a la muerte. Si un cadejo negro te persigue en la oscuridad, la única forma posible de escapar es esperar a que el cadejo blanco aparezca a tiempo para protegerte pero eso no siempre ocurre. Nadie ha visto nunca a estas criaturas fantasmagóricas, y si lo han hecho… ya no pueden contarlo.
Cuando los aldeanos de San Rafael Pacaya II (Guatemala) notaron que algo raro estaba pasando en sus dominios, comenzaron a temer lo peor. Inexplicablemente, los animales empezaron a desaparecer de forma extraña, y en caso de encontrarlos, aparecían muertos a la mañana siguiente. Los vecinos no hallaban una razón lógica para estos sucesos, que se repetían una y otra vez. Y entonces fue cuando comenzaron los rumores: el Cadejo había vuelto.
Aterrados ante la presencia de esa criatura en su aldea, los vecinos tomaron una decisión: saldrían en busca del Cadejo y acabarían con él de una vez por todas. Y así fue. Al poco de comenzar la caza, la búsqueda dio sus frutos: se encontraron con una extraña criatura, y sin dudarlo, la asesinaron. Lo que no sabían era que habían cometido un tremendo error. La “criatura infernal” que habían matado a golpes no era El Cadejo, sino un inofensivo animal en peligro de extinción: un micoleón.
Los vecinos se defendieron alegando que nunca habían visto dicho animal y que no conocían su existencia, y eso junto a su apariencia, les llevó a pensar que se trataba del demonio. Pero el hecho de que nunca lo hubieran visto se debe simplemente a que el micoleón vive lejos de los humanos, evitando el contacto con nosotros.